El Vicente y la Gertrudis

El Vicente y la Gertrudis tuvieron un bebé precioso que fue la respuesta a sus muchas plegarias para tener descendencia cuando ya los doctores habían abandonado todo intento.

Vicentín fue criado entre algodones; hijo único, no conoció competencias ni contradicciones. Acudió a los mejores colegios de pago con el supremo esfuerzo de sus padres, allí se codeó con gente de un nivel económico muy diferente al de su familia; él desde siempre había nadado en aquellas aguas con toda naturalidad.

A sus ya ancianos padres cada vez les costaba más atender a las necesidades y/o caprichos de su criatura. Cuando el niño llegó a los 30 años les planteó a sus padres que se quería independizar.

-Me voy a vivir solo como ha hecho mi amigo Joaquín.

-Pero hijo, ¿de qué vas a vivir si no has trabajado nunca?

-Ni pienso, Joaquín tampoco ha trabajado y ya vive solo, yo también tengo bastante edad para vivir solo.

-Pero ¿de dónde vas a sacar el dinero?

-A Joaquín sus padres le pagan el piso y le dan una asignación mensual.

-Pero hijo, tu amigo tiene padres ricos y nosotros no lo somos.

-A mí no me contéis historias, tenéis la obligación de mantenerme como habéis hecho siempre. Ahora soy mayor y las obligaciones que tenéis son mayores y no me provoquéis porque si me pongo mal ya sabéis que es peor.

-No, hijo no, no te des cabezazos contra la pared ni montes escándalos que ya sabes que al final viene la policía y te ingresan y ya sabes que por lo menos te tienen dos días en el hospital.

-Paparruchadas, ya sabéis lo que tenéis que hacer para que todos estemos bien.

-Nos hemos equivocado Vicente.

-Gertrudis, yo creo que hicimos lo mejor que pudimos.

-No Vicente, le hemos engañado, le hemos tenido entre algodones y ya somos muy viejos para seguir haciéndolo. Las exigencias de nuestro hijo van a acabar con nosotros.

-Démosle el último gusto, esto que pide, piso y paga. Vendamos la casa y comprémosle un apartamento para él y con la diferencia que se asigne él mismo la paga que quiera. Nosotros ya somos viejos y nos merecemos una vida tranquila sin disgustos. Vámonos a una residencia, tratemos de ser felices nuestros últimos años y no estorbarle en sus planes a los que ya no podemos apoyar.

*******************

Cuando Vicentín se sintió abandonado por sus padres, tuvo un mega berrinche al ver cómo su mundo se derrumbaba. Incapaz de dirigir su vida, ahora sus exigencias las dirigía a sus vecinos, a sus amigos, al Ayuntamiento…, cada vez con mayor beligerancia, pues estaba convencido de la justicia de sus peticiones y de la verdad de sus derechos.

Le decían que estaba trastornado, pero él sabía que no era cierto, porque el mundo siempre había sido así, al menos con sus padres.

Se vio rodeado de personas que cuestionaban sus deseos y que le imponían horarios y disciplinas estúpidas. Él quería vivir en una residencia a gastos pagados, pero no en una residencia psiquiátrica.


(noviembre 2017)

2 comentarios:

  1. Mal final para padres e hijo. La complacencia desmedida de unos padres para con su hijo mimado y consentido solo puede acarrear este tipo de incomprensión y egoísmo por parte de ese hijo tan deseado.
    Un final triste: tanto padres como hijo acaban en una residencia. Ahora bien, yo prefiero la geriátrica que la psiquiátrica, jeje
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Educar siempre es una tarea complicada pero debe hacerse porque zafarse de ella tiene consecuencias.
    Gracias por tu comentario.
    Un abrazo

    ResponderEliminar